Historia Inspirada: Entusiasmo en el jardín.
- Jorbi Legón

- 23 ene
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 ene

SOÑANDO DESPIERTO
Historia inspirada por Joselin legón
Estuve caminando por al menos una hora. Cada paso que daba me hacía sentir más cerca de mi destino. Esa mañana, el sol brillaba más que nunca, haciendo que el calor se hiciese presente en todas partes. Incluso la ropa que llevaba puesta, estaba comenzando a calentarse haciéndome sudar. Mis zapatos eran bastante cómodos, pero el tiempo había hecho de las suyas desgastando los colores en la tela. Me sentía muy emocionado caminando por la acera, mientras las personas a mi alrededor iban y venían sin parar. Noté que más adelante un semáforo en rojo me esperaba. Me detuve al borde de la acera, y esperé el tiempo que le toma al foco rojo apagarse para permitir el paso. En ese momento, a mi lado una mujer se detuvo. Noté que venía empujando una carriola, donde su bebé descansaba. Le dediqué una mirada curiosa, y el bebé me sonrió sin reparo mientras levantaba una de sus manos. Le devolví el gesto, y la mujer sonrió por lo bajo. La luz del semáforo había cambiado de color.
Mientras caminaba, saqué de mi bolsillo el par de audífonos que llevaba a todas partes. Los puse en mis oídos, y comencé a buscar en mi teléfono la canción favorita de mi madre. Hacía mucho tiempo que no conversaba con ella, por lo que escuchar su canción favorita de alguna manera me mantenía a su lado. El volumen era perfecto, y la melodía me mantenía alegre mientras deba cada paso. Más tarde le había prometido reunirme con ella, tenía algo muy importante que mostrarle que no podía dejar para otro momento. Me mantuve con el pensamiento ocupado, recordando lo difícil que había sido conseguir aquella mención, y lo feliz que me sentía cuando imaginaba compartiendo el logro con mi madre. Me detuve por un momento cuando más adelante noté que la calle estaba cerrada. Un oficial de policía estaba indicando a las personas por donde podían desviarse para retomar sus rutas. Me acerqué con cautela esperando mi turno para pedirle orientación. Nunca fue mi fuerte hablar con extraños, pero aquella mañana se sentía diferente. El oficial me miró con empatía, y me explico que calles debía tomar para continuar con mi camino. Le sonreí, y terminé agradeciéndola por su ayuda.
Tardé un rato en retomar mi camino. Recordé que más temprano en la escuela, había tenido que dejar pasar la hora del desayuno porque había llegado tarde. Pasé frente a una panadería donde el olor era imposible de ignorar; una combinación de la masa cuando está caliente, con una esencia dulce que podía hacerme sentir su sabor con solo respirarla. No pude evitar empujar la puerta de la entrada, y acto seguido estaba frente al mostrador preguntando por el pan favorito de mamá. Compré unos cuantos que la vendedora me envolvió amablemente en una bolsa de papel. Los tomé con ambas manos, y me di cuenta que estaban bastante calientes. Me quité la mochila de los hombros, y la abrí para meter con cuidado los panes. No quería que se aplastasen. Cerré la cremallera de la mochila lentamente, y me la volví a colocar sobre los hombros. Salí de la tienda, y seguí caminando mientras miraba a un repartidor de pizzas esquivar los autos en la carretera. Cuando era pequeño, recordaba que quería ser un ciclista muy hábil, pero a mamá no le parecía tanto la idea. Temía que pudiese lastimarme. Crucé la calle junto con un grupo de estudiantes de secundaria, y me aseguré de que aquel fuese el camino correcto, revisando la aplicación de mapas en mi teléfono.
La canción casi había terminado de reproducirse. Saqué nuevamente el teléfono de mi bolsillo, y lo miré para confirmar la hora. Estaba llegando a tiempo para la cita con mi madre. Una punzada atravesó mi corazón por la emoción de verla, y en mi rostro una sonrisa radiante comenzó a dibujarse. Estaba a pocos metros de la entrada al jardín donde nos veríamos. Era el lugar habitual para nuestros encuentros. Pero aquel verde que se plasmaba en el suelo con la luz del sol, hacía de aquel lugar un sitio perfecto. Era habitual que me acercase despacio, y que entrase con precaución para no chocar con alguien, pero ese momento era distinto. Tenía muchas ganas de mostrarle mi mención. Saqué de mi mochila el marco de madera, con el documento en su interior. Lo llevé a mi pecho, y me fui al trote mientras mis zapatos pisaban el césped. Vi a muchas personas caminando en todas direcciones, pero ninguna de ellas estaba tan entusiasmada como yo. Seguí un poco más rápido hasta llegar al sitio, y me detuve cuando me encontré con el nombre de mamá tallado en la piedra. Extendí los brazos mientras me agachaba para mostrarle mi mención. No paré de sonreír.
—Hola mamá…












Comentarios